5. El Poder de Dios.
«6 Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.» Os. 4:6 LBLA. La ignorancia trae consecuencias terribles para la vida de los hijos de Dios, es necesario ser expuestos a luz de la palabra, para que el Espíritu Santo pueda dar a conocer a Dios Padre por medio de su amado Hijo Jesús. En el año 1930, un joven huyó de la crisis que enfrentaba Europa, con mucho esfuerzo compró un pasaje en barco con destino a América, la tierra de las oportunidades. El boleto incluía todas las comidas y bebidas; sin embargo, él no disfrutaba de ningún beneficio. Un día, el capitán de la embarcación se topó con el joven y pensó que se trataba de un polizonte, así que ordeno que lo detuvieran. Al revisar sus pertenencias encontraron un poco de comida y su boleto de abordar. El capitán le pidió disculpas y le pregunto: “¿Por qué no participas en las comidas?” El joven avergonzado le dijo: “no tenía más dinero”. El capitán sorprendido respondió: “Usted tiene todos los gastos pagos”. La ignorancia en ocasiones nos hace vivir en pobreza espiritual, emocional y física. Así se encuentran muchos hijos de Dios, ignoran el llamado, poder y autoridad que fue conquistada por el Señor Jesucristo. El propósito de Jesús fue recuperar todo lo que había perdido Adán en el huerto del Edén. «10 Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.» Lu. 19:10 En el principio, Dios entregó al hombre un Reino lleno de autoridad, éste se perdió en el momento en que el hombre obedeció la voz de la serpiente. Gn. 3:6 Al iniciar Jesús su ministerio, declaró: «17 Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.» Mt. 4:17 LBLA. La palabra arrepentimiento quiere decir cambiar los pensamientos para poder aceptar el reino inconmovible de Dios. La obra de Jesús habla de su naturaleza como Hijo de Dios. «5 Los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio.» Mt. 11:5 LBLA. En otras palabras, Jesús estaba rescatando la autoridad y el poder del Reino de Dios para manifestarlo en la tierra. Una vez que Jesús muere crucificado y completa la obra, manifestó: «19 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Mt. 28:19-20 LBLA. La palabra “autoridad” del griego “exousía”, es la garantía o el derecho legal para hacer algo. Jesús rescata la autoridad y la entrega a los hijos de Dios para que continuemos su ministerio en la tierra. La autoridad funciona en conjunto con el “poder”, traducido de la palabra griega, “dynamis”; que quiere decir: la habilidad, energía, o acción poderosa que opera en una persona por medio del Espíritu Santo. Mientras Jesús estuvo en la tierra, sanó los enfermos, limpió los leprosos, resucitó a los muerto y liberó a los endemoniados. Así mismo facultó a sus discípulos para que actuaran de la misma manera en que Él lo hacía. «8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.» Mt. 10:8 LBLA. Cuando Jesús estaba a punto de ascender a los cielos dijo: «8 pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros ; y me seréis testigos en Jerusalem, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Hch. 1:8 LBLA. Así que, Jesús demostró tanto poder como autoridad, rescató el reino que se había perdido y lo entrega a sus hijos para continuar haciendo sus obras en la tierra. «12 En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque yo voy al Padre.» Jn. 14:12 LBLA. Los hijos de Dios que desean agradar al Padre en obediencia y temor a su palabra, necesitan adquirir un compromiso con Dios y manifestar el poder y la autoridad. Para manifestar el poder de Dios se requiere: Creer: «6 Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan.» He. 11:6 LBLA. La fe es el acceso al poder sobrenatural de Dios. Confiar: «33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo.» Jn. 16:33 LBLA. La confianza en la victoria de Jesús nos permite entrar en la dimensión de poder. Recibir al Espíritu Santo: «2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados.» Hch. 2:2 LBLA. El Espíritu Santo es quien nos ayuda en todo y quien nos reviste de poder. Ser guiados por el Espíritu: «14 Porqué todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.» Ro. 8:14 LBLA. Es imprescindible ser encaminados por el Espíritu Santo para cumplir con la misión. Caminar en el Espíritu: «9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El.» Ro. 8:9 LBLA. El llamado que tiene cada hijo de Dios es continuar extendiendo el Reino, «20 Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!» 2 Co. 5:20 LBLA. Para llevar a cabo esta asignación necesitamos el “Poder de Dios”: Poder para creer: necesitamos capacidad o habilidad para creer en Dios y que nuestra fe esté en aumento progresivo y constante. En cierta ocasión un hombre se acercó a Jesús clamando porque su hijo era gravemente atormentado; el Señor le dijo: «(…) todas las cosas son posibles para el que cree. Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: Creo; ayúdame en mi incredulidad» Mr. 9:23-24 LBLA. En otro momento Jesús enseño a sus discípulos diciendo: «(…) Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrogante al mar”, y no duda en su corazón, sino que crea que lo que dice va a suceder, le será concedido.» Mr. 11:22-23 LBLA. Poder para ser un discípulo: la escritura nos expresa claramente que si deseas ser discípulo de Cristo necesitamos llevar nuestra cruz y seguirle cada día, por lo tanto es imprescindible, el poder manifiesto de Dios para tener la energía necesaria para tomar la cruz, negarnos a nosotros mismos, crucificando los deseos que sean contrarios al espíritu y seguir a Jesús. «24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» Mt. 16:24 LBLA. Poder para evangelizar: cumplir con este mandato solo es posible con el poder Dios operando en nuestras vidas; el apóstol Pablo dijo: «4 Y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder.» 1Co 2:4 LBLA. Poder para hacer discípulos: es importante resaltar que Jesús primero rescató la autoridad y luego dio la instrucción de hacer discípulos a todas las naciones. La fuerza, energía y acción poderosa que resucitó a Cristo de entre los muertos, es la misma que habilita al creyente para discipular naciones. «19 Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, (…)» Mt. 28:19 LBLA. El apóstol Pablo oraba fervientemente para que los hijos de Dios comprendieran la necesidad de manifestar el poder de Dios. «18 Mi oración es que los ojos de vuestros corazones sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder, 20 el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales». Ef. 1:18-20 LBLA. Nuestro consejo: Atrévete a manifestar el poder de Dios. Para mayor información ver las citas bíblicas: Genesis (Gn.) 3:6; Oseas (Os.) 4:6; Mateo (Mt.) 4:17; 10:8; 11:5; 16:24; 28:19-20; Marcos (Mr.) 9:23-24; 11:22-23; Lucas (Lu.) 19:10; Juan (Jn.) 14:12; 16:3; Hechos (Hch.) 1:8; 2:2; Romanos (Ro.) 8:9; 8:14; 1Corintios (1Co.) 2:4; 2Corintios (2Co.) 5:20; Gálatas (Ga.) 6:16; Efesios (Ef.) 1:18-20; Hebreos (He.) 11:6.